Moisés cruzó el mar rojo y nosotros el conurbano

El viaje empezó en combi. Mis dos amigos y yo éramos los únicos que hacíamos la peregrinación por primera vez. Llegar a Luján a mí me chupaba un huevo, yo  no creo en nada, así que mi única intención era vivir la experiencia.

Un amigo se la pasa haciendo ejercicio y ya de antemano sabíamos que iba a llegar sin esfuerzo, mi otro amigo fuma y a cada rato hacía comentarios negativos de que no íbamos a llegar.

Bajamos en Haedo a las 2:45 de la mañana y empezamos a caminar, re bizarro. Nada de charla previa, consejos o calentamiento. La gente se ponía en automático y empezaba a caminar.

No había nada que ver, un embole, la gente iba caminando por un camino que parecía improvisado. Mientras mi amigo fumador me remarcaba las ventajas de no vivir en el conurbano, vimos una pelea afuera de un boliche. Todos paramos a ver lo que parecía el show más divertido de las primeras dos horas de caminata. Mientras todos veían como unas wachiturras y rollingas se tiraban de los pelos entre ellas, aproveché y me puse a descansar, no daba más.

A medida que caminábamos, dejaban de predominar las grises y monótonas casas de ciudad y empezaba a verse más pasto y vacas, pasamos de una vista desoladora a otra peor. Ya se hacía de día y hablábamos de cualquier cosa para hacer pasar el tiempo.

“Boludo te pusiste a ver a la virgen, parece que tiene un vestido musulmán”. “Che que opinas vos ¿Hay más vacas en Argentina o uruguayos en Uruguay?”.

Era lamentable, yo caminaba encorvado, encima con un bastón hecho de escoba que compré por 5 pesos, era como que pudiera ver mi yo del futuro. Parecía un viaje en el tiempo hacia mis 60 años.

– ¿Qué pasa que vamos tan lento?

– No se que onda. Nos pasa todo el mundo che.

Llegando a General Rodríguez se veía más densidad de personas, al parecer muchos salían de Moreno. Había una combinación de gente nunca antes vista. Algunos iban con ropa deportiva, otros con remeras con los nombres de las parroquias, pero lo que más me llamó la atención era la gente con camiseta de fútbol. Había un montón hinchas de Defensa y Justicia. Supongo que muchos habrán prometido caminar a Luján si ascendían a primera.

Casi como si estuviera predestinado todos los de la combi iban mucho más adelante que nosotros, yo me quedé con mi amigo fumador. Mientras tanto el tiempo pasaba y aumentaban los dolores, pero también aumentaban los servicios. Estaba lleno de chicos exploradores que nos ofrecían agua, café y mate cocido. Lo más loco que ofrecían era masajes gratis, mi amigo flasheó y pidió que nos hagan masajes, me metí en una carpa, me acosté en una camilla y me hicieron masajes, estuvo re bueno pero no me dieron ni bola, había gente con calambres y cosas más graves.

Lo peor era si le preguntabas a la gente cuanto faltaba, todo el mundo te iba a contestar algo distinto. Todo el mundo te decía que faltaba poco, que hagamos el último esfuerzo. No había fuerza para nada.

El camino se hacía interminable, aumentaban la cantidad de cosas que te vendían, aumentaba las cosas que te regalaban y también aumentaban las camisetas de Defensa y Justicia.

– ¿Están bautizados? A la salida del primer puente bautizamos a los peregrinos.

– No, gracias señora.

Mi amigo flasheaba que se veía la basílica en el horizonte pero era unos pinos gigantes, claro, ¿Quién iba confiar en él? Debe tener -0,6 de aumento en los anteojos.

Me habían dicho que llegaba un momento en el que tus pies caminan solos, de hecho, eso fue lo que pasó. Pero lo que no me dijeron, era que mientras te morís del dolor. Cuando estábamos llegando, con mi amigo nos dimos cuenta que no estábamos transpirados y tampoco agitados. El problema más grave es el dolor en todo el cuerpo.

Sin hablar con mi a amigo no hubiera llegado, me hubiera aburrido un montón, pero llegando al último tramo decidí ponerme los auriculares y escuchar música, ahí mismo me di cuenta que todo pasaba por la cabeza, es todo psicológico, era una lucha entre los pies y la cabeza. Si bien me seguían doliendo los pies, aumenté el paso y me gané de mucha confianza. Escuchar The colour and the shape de Foo Fighters fue lo mejor del día.

Casi sin creerlo, llegamos a la entrada de Luján, la gente empezaba a rezar mientras caminaba, saludaban a la virgen con los brazos levantados, estaban los enfermos que iban de rodillas y los que te pedían permiso mientras iban trotando.

La basílica se veía a lo lejos pero no llegábamos más. Las últimas cuadras eran el mismísimo infierno, pareciera estar hecho a propósito.

Mi amigo se enojaba y puteaba del cansancio mientras los fieles católicos lo miraban mal por interrumpir su momento de fantasía con la virgen, son casi 3 kilómetros desde la entrada hasta la basílica.

Cuando llegué fue un momento increíble, incluso la basílica sorprendió a un agnóstico como yo, había un viento increíble, sonaban las campanas y estaba lleno de gente. Pero todo el momento mágico se desvaneció de golpe, me tire a descansar. Ni siquiera entré a la misa.

Llegué a la combi y lo primero que hice fue prender el celular, mi novia me hablaba por Whatsapp.

– ¿Y cómo te fue?

– Bien, llegué. La próxima vez que veo una iglesia la escupo.